viernes, 17 de julio de 2015

El escritor en el tiempo


La producción literaria es el producto de una población de escritores que, a través de los siglos, se somete a fluctuaciones análogas a las de los demás grupos demográficos. Para obtener una definición sobre esta población literaria, se puede entrever dos procedimientos extremos. El primero consistiría en catalogar todos los autores de libros publicados en un país entre dos fechas determinadas. El segundo consistiría en remitirse a una lista de buena fe, como el índice de un manual de historia de la literatura de reconocida calidad.
La visión crítica del índice parece pues más justa. Pero es suficiente con analizar el índice de un manual de literatura para notar, habida cuenta del crecimiento de la población literaria, que la proporción de los autores citados aumenta a medida que uno se acerca a la fecha en la que el manual ha sido compuesto. La progresión empieza siendo muy lenta, y puede considerársela prácticamente sin importancia hasta la época en que aparecen escritores cuya vida alcanza la del autor del manual, es decir, que vivían todavía en el momento en que este autor comenzaba sus estudios.
La elaboración a la que la perspectiva histórica somete a la población de escritores, es a la vez cuantitativa y cualitativa. Cuantitativamente, la selección decisiva y la más severa es la de la primera generación exterior a la zona biográfica. Toda antología es discutible en sus pormenores, pero la experiencia prueba que si han sido tomadas las precauciones convenientes, se obtiene por este método un reparto normal, cuyo ritmo general no cambia gran cosa si se modifica los elementos de selección o la severidad del criterio.

Generaciones y equipos
El primer fenómeno que un catálogo semejante permite estudiar es el de la generación. La generación, tal como la entienden Albert Thibaudet o Henri Peyre, es un fenómeno evidente: en cada literatura, las fechas de nacimiento de los escritores se agrupan por «equipos» en ciertas zonas cronológicas. Se encontrará en la obra de Henri Peyre un repertorio completo de estas generaciones, válido para muchas literaturas europeas.
El primer escollo que es preciso evitar es el de la “tentación cíclica”. Es realmente seductor imaginar que estos grupos cronológicos de escritores se suceden a intervalos regulares.
Segunda observación, las generaciones literarias difieren de las generaciones biológicas en que constituyen grupos numéricamente identificables: “equipos”. Por el contrario, en la población general de un país, la repartición de los grupos de edad varía muy lentamente y dentro de unos límites relativamente estrechos.
Una tercera observación sigue a la precedente. Cuando se habla de una generación de escritores, la fecha significativa no puede ser ni la de nacimiento ni la de los veinte años. No se nace escritor, se convierte uno en ello, y es muy raro que se haya alcanzado ya a los veinte años.
La noción de generación, que nos seduce de entrada, no es pues absolutamente clara. Quizá sería mejor sustituirla por la de «equipo», más dúctil y más orgánica. El equipo es el grupo de escritores de todas las edades (aunque de una edad dominante) que, en ocasión de ciertos acontecimientos, “toma la palabra”, ocupa la escena literaria y, conscientemente o no, bloquea el acceso a ella durante un cierto tiempo, prohibiendo a las nuevas vocaciones realizarse.

¿Cómo abordar el hecho literario?

I.      Libro, lectura y Literatura
Definir el libro es cosa difícil. Littré duda entre una definición material – “reunión de varios cuadernos de páginas manuscritaso impresas” – y una definición semiintelectual –“obra espiritual, sea en prosa o en verso, de una extensión lo suficientemente amplia para llenar al menos un volumen”.
El defecto de todas estas definiciones es que consideran el libro como un objeto material y no como un medio de intercambio cultural. Ahora bien, un libro es una “máquina para leer”, y es la lectura lo que lo define: “Es el esfuerzo conjugado del autor y el lector que hará surgir este objeto concreto e imaginario que es la obra del espíritu”.
Copiado, impreso o fotografiado, el libro tiene por finalidad permitir la multiplicación de la palabra, al mismo tiempo que su conservación: un libro para una sola persona no tendría ningún sentido.
Ahora bien, la unidad estadística es el título y no el ejemplar. Teniendo en cuenta las importaciones y las repeticiones, la estadística por títulos nos pude indicar, como máximo, la riqueza y la variedad de la vida intelectual de un país; nos permite evaluar el número y la productividad de sus escritores, pero no nos da ninguna idea del papel de la lectura en la vida social. Para analizar el fenómeno de la lectura, sería preciso tener en cuenta las tiradas –no tan solo las de la edición, sino incluso las de la prensa.
Todas las lecturas posibles no son efectivas. Partiendo de las cantidades de papel, eliminando a los analfabetos y a los niños, habida cuenta de que un mismo material sirve para tres o cuatro lectores, deberíamos admitir que un francés lee por término medio 40.000 palabras por día y un inglés, tres veces más.
El libro, como podemos ver, no representa sino una pequeña parte de las lecturas posibles y una más pequeña todavía de las lecturas efectivas. Su desquite se presenta en el momento de aparecer la noción de literatura.
No se puede pues confiar en las clasificaciones formales o materiales sistemáticas para hacernos una idea clara de las relaciones lectura-literatura. Es más bien la naturaleza del intercambio autor-público lo que nos permite definir lo literario y lo que no lo es. Todo escrito puede convertirse en literatura, en la medida en que nos permite evadirnos, soñar o, por el contrario, meditar, cultivarnos gratuitamente.
Y, al revés, hay usos no literarios de obras literarias: el consumo de literatura no se identifica con la lectura literaria. Se puede comprar un libro con otras intenciones que no sean las de leerlo. Se puede leer un libro con otras intenciones distintas a las de obtener de él un placer estético o un beneficio cultural. Por ende, una definición rigurosa de literatura supone una convergencia de intenciones entre lector y autor; una definición más amplia exige por lo menos una compatibilidad de intenciones.

II.    Las vías de acceso
El método más evidente para comprender un fenómeno a la vez psicológico y colectivo es el de interrogar a un número de personas juiciosamente elegidas.
Quien nos cite a Stendhal o Malraux como sus lecturas habituales y confiese que lee, a veces, una novela policíaca o dos para relajarse, no querrá admitir que el tiempo consagrado por él a la lectura policíaca, es de hecho, muy superior al que concede a sus “libros favoritos”. Si menciona la lectura del periódico, olvidará aquellos minutos que consagra a la tira de dibujos y que, en total, representan un tiempo apreciable; asimismo, pasarán desapercibidas las lecturas de la sala de espera, o las que se pasan en la biblioteca de los niños.
Hay aquí un amplio campo cuya explotación no puede negligir el historiador literario. Es lo que se llama la “subliteratura”, o la “infraliteratura”, o las “literaturas marginales”. Entre esta zona ignorada de los manuales hasta una época muy reciente, y el dominio de las obras “nobles”, existen constantes intercambios a nivel de temas, ideas y formas. Y llega aún a suceder que una obra pasa a veces de un sector a otro. Como se verá más tarde, pertenecer a la literatura o a la subliteratura no se define por las cualidades abstractas del escritor, de la obra o del público, sino por un cierto intercambio.
El testimonio de los intermediarios del libro podría tener más valor, pues editores, libreros y bibliotecarios controlan los principales rodajes del mecanismo de los intercambios. Desgraciadamente, para las dos primeras categorías, el secreto comercial es una mordaza demasiado eficaz; para la mayor parte de ellos, su despacho o su tienda son puestos de mando cerrados, donde sin embargo ejercen una influencia real y decisiva sobre escritores y el público.
El caso de los bibliotecarios es poco distinto, pues está generalmente en condiciones de dar testimonio directo sobre el comportamiento de sus lectores. El inconveniente es que este testimonio no se refiere sino a una parte muy reducida y especializada de público: la del lector de biblioteca.
Es a través del estudio de los datos objetivos explotados sistemáticamente y sin ideas preconcebidas que será preciso abordar el hecho literario. De entre los datos objetivos vamos a utilizar en primer lugar, los estadísticos.
Se puede finalmente llegar al estudio de casos concretos según los métodos de la literatura general o de la literatura comparada: éxito de una obra, evolución de un género o de un estilo, planteamiento de un tema, historia de un mito, etc.

Sociología de la Literatura

Robert Escarpit
 PRINCIPIOS Y MÉTODOS

Capítulo I: ¿Por qué una sociología de la literatura?

 1. Literatura y sociedad
El hecho literario se presenta de manera compleja; por ello, es necesario una interpretación del fenómeno completo y no parcial como se ha dado, por ejemplo, en la historia literaria, en la cual solo se ve hombres y obras.
Para un estudio cabal del hecho literario debemos tomar en cuenta su dimensión social (producto manufacturado, distribución comercial, oferta y demanda, consumidores, etc.). El tener en cuenta lo social nos brinda una visión completa y no deformada del hecho literario.

2.  Historia:
Veamos cómo se ha tomado la dimensión social de la literatura en el transcurrir histórico:
En 1800 con la publicación de Nne. de Stael se toma esta conciencia intentando unir literatura y sociedad.
En Alemania se desarrollan los principios de Zeitgeist (espíritu de época) y volksgeist (espíritu nacional).
Marx y Engels publican “Sobre la literatura y sobre el arte” la cual es una lectura engañosa. Con Plekhanov se dará una verdadera teoría marxista de la literatura.
Vladimir Jdanov menciona que la literatura tiene una relación inseparable con la vida de sociedad y el libro no es una entidad independiente aislada.
Georges Luckács y su discípulo Goldmann dan una visión de la sociología de la literatura centrándose en los problemas estéticos.
Oposición al método sociológico en la Unión Soviética con el formalismo. Pero cabe mencionar que entre 1927 y 1930 existió una sociología formalista de la literatura.
Desde finales del siglo XIX hasta nuestros días se ha intentado crear una ciencia literaria. En ella se combinan las influencias de la filosofía neohegeliana de Dilthey, de la crítica filológica y de la psicología gestaltiana.
La idea de generación con Francois Mentré y completada con Albert Thibaudet.
Hoy se ha llegado a ver el motor más eficaz de las investigaciones de sociología literaria: La necesidad de una política del libro.

3. Para una política de libro
Es esencial contar con una política del libro para tener una real sociología literaria. Ello nos permitiría, entre otros elementos, conocer los gustos de los lectores, preferencias, necesidades, cuando lee un francés, un ruso, un peruano, etc., por día, por mes o año.
Además, actualmente nacen centros de sociología de los hechos literarios:
- Centro de Sociología de la Literatura (Bruselas)
- Center forContemporary Cultural Studies (Birmingham)

jueves, 2 de julio de 2015

El sujeto y el poder

Michael Foucault

¿Por qué estudiamos el poder?
La cuestión del sujeto

En esta sección se intenta develar el por qué los seres humanos devienen en sujetos a través de la historia. El estudio se centra, más que en el poder, en el sujeto. Pero tengamos en cuenta que el sujeto está inmerso en relaciones de poder.
En cuanto al poder surge la pregunta ¿Se requiere una teoría del poder? Foucault menciona que se requiere una re-conceptualización permanente para el trabajo analítico que nos presenta.
La segunda cuestión a revisar es el tipo de realidad con la que tratamos.
Tengamos en cuenta que el tema del poder interesa mucho en estos tiempos. Entonces la pregunta emerge: ¿Por qué? Para responder a la pregunta se requiere ir a la "razón". En particular Foucault propone estudiar la economía de las relaciones de poder. Estudiar la razón, pero de manera general, o, en sus diversos campos de expresión como la sexualidad, la locura, la enfermedad, la muerte, el crimen y si sucesivamente.
También se propone estudiar el poder desde su oposición, antagonismo o resistencia. Por ejemplo:
- La oposición del poder del hombre sobre la mujer.
-La oposición del poder de los padres sobre los niños.
-La oposición del poder de la medicina sobre la población.
-La oposición del poder de la administración sobre la forma de vivir de la gente.
Además de lo anterior, es necesario estudiar los puntos en común de estas oposiciones (luchas anti autoritarias):
1. Son luchas transversales. No solo se dan en una zona en particular.
2. Las luchas en esencia son por los efectos que ocasiona el poder en sí.
3. Son luchas hacia la gente más cercana o inmediata. No se refieren al " enemigo principal" sino al enemigo inmediato.
4. Las luchas intentan devolver el estatus de "individuo".
5. Estas luchas se dan por la forma en que el conocimiento circula. Luchan por los privilegios del conocimiento.
6. Las luchas giras en torno a la pregunta: ¿Quiénes somos?
7. Para concluir, el objetivo de las luchas no es atacar a tal o cual institución de poder, grupo, elite o clase sino más bien a la un tipo (forma) de poder.
Esta forma que se hace mención como punto en común de todas las luchas anti autoritarias construye sujetos individuales. Existen dos significados de "sujeto":
-Sujeto a otro por control y dependencia.
-Sujeto como constreñido a su propia identidad, a la conciencia y a su propio auto conocimiento.
Ambos significados sugieren una forma de poder que so juzga y constituye al sujeto. Cabe mencionar que existen tres tipos de luchas contra las formas de dominación (se pueden encontrar muchos de estos ejemplos de estos tres tipos de luchas sociales en la historia):
-Étnicas.
-Sociales.
-Religiosas.

¿Cómo se ejerce el poder?
Son necesarios no solo sus efectos sin relacionarlo a sus causas ni su naturaleza básica. Se requiere ir más allá. Foucault decide presentar estas cuestiones de forma diferente como un intento de saber si es legítimo imaginar un poder que unifique en el un por qué y un cómo, además un qué.
En primera instancia es necesario distinguir aquel poder que se ejerce sobre las cosas y da a su vez la habilidad de modificar, usar, consumir y destruirlas. Un poder que procede de aptitudes directamente inherentes al cuerpo o " apoyadas" en instrumentos externos. Sin duda esto se relaciona con el poder como cuestión de capacidad. El poder aquí analizado es aquel que pone en juego las relaciones entre los individuos o entre grupos.

¿Cómo se pueden analizar las relaciones de poder?
Foucault menciona que se puede analizar tales relaciones centrándonos en determinadas instituciones. En concreto, el análisis de las relaciones de poder exige establecer un cierto número de puntos:
1. El sistema de diferenciación: determinadas por la ley, por las tradiciones de status y privilegio, diferencias económicas, culturales, lingüísticas, etc.
2. Los tipos de objetivos: el mantenimiento de los privilegios, la acumulación de beneficios, el ejercicio de una función o de un comercio.
3. Los medios de hacer existir las relaciones de poder: por la amenaza de las armas, por los efectos de la palabra, etc.
4. Formas de institucionalización: estructuras legales, instituciones de enseñanza, el Estado, etc.
5. Los grados de racionalización. Que tan elaborada es.

Relaciones de poder y relaciones de estrategia
Existen tres formas en que se usa corrientemente la palabra estrategia:
-Racionalidad orientada hacia un objetivo o un fin.
-En la manera en que uno busca tener ventajas sobre los otros.
-Como una cuestión de los medios destinados a obtener una victoria.
Se podría interpretar los mecanismos usados en las relaciones de poder en términos de estrategias.